La serie “La plage” (La Playa) me resultó natural. Vivo en Agay (Var) frente al mar, es lo que me llama la atención nada más despertarme. Entre los dos está la playa. Veo la playa todos los días pero rara vez la visito. No sé cuál fue la razón pero de repente quise mirarla. En el transcurso de un verano, se convirtió en un formidable territorio de observación.
Primero fue la fase de observación. Tenía que entender cómo funcionaba. Allí los hábitos están muy codificados. Constituye en cierto modo una ciudad sin edificios, un espacio para compartir; un espacio denso, con reglas tácitas pero no administradas y que en general permanece alegre y libre de conflictos.
La apropiación es diferente según estés solo, en pareja, en familia o con amigos y según la hora de llegada: te posicionas de manera diferente según la densidad del lugar. Tan pronto como llegues a la playa, es hora de instalar tu toalla. Algunos delimitarán un espacio vital real, otros no. El madrugador elige el mejor rincón y crea su espacio. Luego vemos la creación de una propiedad temporal. Cualquier nuevo vecino deberá respetar una determinada distancia para establecerse. Esta zona de no construcción disminuye con el aumento del número de habitantes diarios. El área de propiedad sigue siendo la toalla o el espacio delimitado por un grupo de toallas. Y aunque apenas haya espacio disponible, todo el mundo debe poder acceder al mar y salir de la playa.
A priori, en la playa todos somos iguales… pero también en el bañador las diferencias persisten: La población no es la misma según la playa elegida: los vestidos o más precisamente los desvestidos no serán los mismos: bañadores, toallas de marca. , bolsos de playa… o no; sándwiches o restaurante; tabloide o literatura; toalla o tumbonas…
Asimismo, la playa sigue siendo un lugar de puesta en escena: sólo mostramos lo que queremos mostrar: está lo que queremos ver y lo que queremos ocultar; Adictos al bronceado y los que aprovechan pero tienen cuidado porque «el sol es peligroso», los que lucen sus últimas prótesis mamarias, los que lucen sus músculos y los cohibidos que se camuflan… Por último están los que no vergüenza… Los horarios de asistencia también son marcadores de diferencias. El orden y el desorden conviven a la perfección.
Hay muchas otras reglas, pero mi punto está en otra parte: es una reflexión sobre la apropiación del espacio. Quería adentrarme en la intimidad de la playa, redescubrir los ritmos, los colores, el orden (o desorden), los materiales, las texturas, los patrones o las composiciones improbables. Todo ello bañado por las luces y sombras claras del litoral de la Riviera. Así, durante todo el verano de 2016, fotografié las playas siguiendo un protocolo simple pero preciso: Cámara (Hasselblad 500C) – una sola lente (Zeiss 150 mm) / La captura debe ser rápida para mantener la objetividad y no parecer intrusiva / Los humanos están prohibidos / Sin embargo, entramos en la privacidad del otro. Primeros planos, detalles, planos más amplios: es un intento de mostrar cómo se organiza el espacio. Las fotografías fueron tomadas en varias playas y a todas horas del día: Reunir Cannes, Agay, Fréjus, Saint-Tropez es tener una visión global: las playas se convierten en The Beach porque si cada foto debe existir por sí misma, debe ser parte de una serie; es la variedad lo que da sentido a este proyecto.
Un momento despreocupado en una época sombría. Sólo estamos aquí para pasar un buen rato juntos. Mi playa ideal. Olivier Felix Isselin
Fotografías OFI